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LIBRO DE DECLAMACIONES

FRASES DE ORO

BIBLIOGRAFÍA

PENSAMIENTO

Apareciste

a mi salida del quirófano,

aún me estaba despertando,

recobrando,

saliendo

de aquella muerte a pedacitos,

de aquella extrema operación.

 

Cuando tu rostro

sereno

se convirtió en sonrisa,

discreta,

casi tímida,

tus preguntas en interés,

y tu dulzura

invadió todos los rincones.

 

Los iluminó.

 

¿Acaso sabías de dónde venía yo?

¿Sabías, tal vez, a dónde me encaminaba?

 

Derrochabas gracia,

serena,

modesta,

humilde

belleza,

armoniosa,

exquisita.

 

Cuando te agachabas hacia mí,

en tus funciones,

sentía tu aroma

el tuyo.

Nada de añadidos

químicos.

Dulce,

sensual,

delicioso.

 

Tu bata blanca

dejaba resquicios,

me los regalaba:

el escote,

la manga,

por los que

veía tu

pequeño

magro

dorado y

fibroso cuerpo.

 

Perfecto.

 

Y un ajustado y alegre

top

deportivo,

colorido,

de dominante

color salmón.

 

¡Una sorpresa

de discreta

fiesta!

 

Te deseé

y,

en ti,

volví

a

desear

la vida.

 

Bromeé contigo

y tú te pusiste,

de verdad,

roja.

No solo

lo dijiste.

Siempre sonriente

siempre

adorable.

 

Te pedí un libro

(¡Ya que preguntas si quiero algo,

y tampoco era momento de pedir

lo que yo,

realmente,

más deseaba,

lo que más me hacías

desear!)

y,

para mi sorpresa,

me compraste uno,

precioso

(aunque,

eso,

tardé unas horas en saberlo).

 

Muy adecuado

y acertado.

Que me encontré

al despertar,

en mi mesilla.

 

Como si estuviera ocurriendo ahora,

todavía te recuerdo

en tu última

aparición,

cuando,

sigilosamente,

habías venido

a revisarme el catéter,

el suero,

el calmante

y me soltaste,

cual infante

atrapada en delito:

"No quería despertarte".

 

"Yo quiero que me despiertes,

así,

todos los días de mi vida.

Dos veces al día,

si no te importa".

 

Espero podértelo decir.

Tal vez,

un día.

 

Obrigado meu...

minha AnJo!

Gerttz